El cambio climático tiene impactos directos sobre los recursos naturales que son esenciales para la vida cotidiana como el agua, los recursos pesqueros, la disponibilidad de fuentes de energía, y la biodiversidad. La escasez o la dificultad de acceder a estos recursos puede tener serias implicancias desde una perspectiva de género y uso del tiempo.
Las mujeres, especialmente las rurales, indígenas y campesinas son las principales responsables de la alimentación familiar, así como de recolectar recursos básicos para la subsistencia de los hogares como son el agua y la leña. Estas responsabilidades, asignadas culturalmente, corresponden al trabajo no remunerados realizado por niñas y mujeres, y la escasez de estos recursos esenciales pueden aumentar el tiempo que deben dedicarse a ello, resultando en la profundización de los nudos estructurales de la desigualdad.
El cambio climático es entonces, una carga adicional y puede empujarlas hacia la pobreza crónica al impactar directa y severamente el acceso a los medios de subsistencia.
A los efectos del cambio climático se suman los efectos multifacéticos de la pandemia, que profundizaron las desigualdades de género preexistentes, impactando en gran medida en la autonomía de las mujeres de la región. En la esfera internacional, esto también ha significado una barrera en la implementación de una acción climática eficaz con perspectiva de género, cuestión que se discutió durante la COP27 ocurrida este mes de noviembre. A través de la revisión de la implementación del Plan de Acción de Género, la Conferencia de las Partes instó a acelerar los esfuerzos para avanzar en la implementación del Programa de Trabajo de Lima, que busca generar una política climática género sensible. |